¿Son viables los combustibles de amoniaco para los coches diésel y de gasolina?
La Vanguardia. El año 2035 marcará un antes y un después de la automoción en Europa. A partir de esta fecha, los países comunitarios solo podrán vender turismos y furgonetas nuevos sin emisiones. Los concesionarios tendrán prohibido comercializar automóviles que se alimenten con diésel y gasolina, pero esto no quiere decir que vaya a suponer el fin de los motores térmicos. La Unión Europea cedió a las presiones de Alemania -el mayor fabricante comunitario de vehículos- y permitirá la venta de coches que usen combustibles sintéticos o e-fuels pese a las reticencias iniciales.
Esta decisión adoptada in extremis por la Eurocámara abre la puerta a buscar todo tipo de alternativas al diésel y a la gasolina que van mucho más allá de los combustibles sintéticos. En este nuevo horizonte que ya se vislumbra a lo lejos asoma el amoníaco como una posible nueva fuente de alimentación para los motores de combustión interna.
El amoníaco, un producto doméstico que se encuentra en la mayoría de los hogares españoles, ya se utilizó a mediados del siglo pasado como combustible en Europa. En plena Segunda Guerra Mundial y ante la escasez de carburantes, Bélgica adoptó este elemento químico como combustible para dar continuidad al servicio de transporte de pasajeros. En 1943 entró en servicio el primer autobús alimentado con amoníaco y durante los siguientes meses los belgas consiguieron poner en funcionamiento otros ocho vehículos más para cubrir diversas líneas de transporte.
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